Hace sesenta y seis años, las aguas del mar apagaron su presencia física, pero jamás su fulgor. Con la desaparición de Camilo Cienfuegos, el hombre de la sonrisa franca y el sombrero de alón, la historia de Cuba ganó un símbolo imperecedero. Su legado, marcado por la rebeldía y la entrega absoluta a la causa revolucionaria, se erige como esencia viva de la nación.
Hoy, su memoria continúa iluminando el camino de generaciones que reconocen en él la fuerza de la dignidad, la valentía y el compromiso con la patria. Camilo Cienfuegos no fue solo un combatiente: fue, y sigue siendo, un emblema de la identidad cubana, cuya luz permanece invencible en el corazón del pueblo.
